Salte la navegación


Los discursos, conferencias y proclamaciones políticas del filósofo más influyente e importante del siglo XX, Martin Heidegger, pronunciados entre los años 1933 y 1934 han sido editadas por primera vez en alemán en el tomo 16, Band 16 Reden und andere Zeugnisse eines Lebensweges (1910-1976) de las obras completas, las Gesamtausgabe, llamadas “integrales. Constituyen un brulote de prosa ultranazi. Las lecturas de estos textos nos revelan no sólo el compromiso radical del filósofo con Hitler, sino que ni la brutalidad policial, ni los campos de concentración, ni la quema pública de libros, ni la persecución a judíos y comunistas, ni la instauración de una dictadura de partido único, ni siquiera la matanza ilegal y atroz de los militantes de las SA en junio de 1934, hicieron mella en sus creencias políticas. Hace falta evocar estos textos (inéditos en español) para penetrar en este período negro y distinguir hasta qué punto está comprometida la filosofía heideggeriana con el nacionalsocialismo. Es más: Heidegger no duda en ir más allá del centro de oscilación ideológico del nacionalsocialismo: es un entusiasta radical de los nuevos campos de trabajo forzados, exalta a la raza endurecida, alaba a la guerra como única salvación posible, está convencido de la sanidad racial del pueblo alemán a través de la eugenesia, es un antimarxista rabioso. El semestre del invierno europeo 1933-1934 es el período más activo del filósofo y ahora Rektor-Führer Martín Heidegger: de mayo de 1933 a noviembre de 1934, a lo largo de cuatro cursos universitarios, realiza más de veinte discursos y conferencias donde pone su filosofía al servicio de la consolidación del NS-Staat. El discurso que presentamos por primera vez traducido al español es un ejemplo de la fascinación de Heidegger por una de las instituciones más típicas del estado nazi: los campos de trabajo (Arbeitslager). Los campos no sólo servían como re-educación, sino como una manifestación sin mediaciones “liberales” o “marxistas” de la comunidad racial-popular, la “Volksgemeinschaft”. Pero Heidegger no solo es un teórico völkisch, su pasión la llevó a la práctica: organizará un campo en Todtnauberg, cerca de su mítica cabaña de montaña, su Hütte, del 4 al 10 de octubre de 1933. Sus participantes serán estudiantes que pertenezcan obligatoriamente a las SA, SS y eventualmente la organización hermana de los Stahlhelm. Sus integrantes marcharán con sus uniformes pardos desde Freiburg, en orden militar cerrado con el brazalete con la swástica. Günther Anders, el malogrado pensador marido de Hanna Arendt, poseía una carta postal de propaganda del NSDAP de Freiburg, donde podía verse al Rektor Heidegger desfilar con el uniforme pardo a la cabeza de las SA de la ciudad. También recordaba que durante todo ese año Heidegger daba sus cursos con la camisa parda y que los estudiantes debían saludar con un ¡Heil Hitler!. No nos sorprende entonces el entusiasmo y el amor militante de Heidegger en este discurso por no sólo militarizar la vida universitaria, sino transformar el concepto de trabajo en la versión nacionalsocialista. Si el trabajo era para Marx esa mercancía especial que permitía, a través de su doble carácter, explicar el secreto de la explotación bajo el capitalismo, para el fascismo en general el plusvalor no es histórico sino eterno, y lo que debe modificarse es el principio de organización social basado en lazos formales y reorganizarlo bajo la identidad de la Tierra y la Sangre. Ahora sí tiene sentido ese lema que se presentaba como una broma siniestra, El trabajo a la comunidad nacional nos hace libres, “Arbeit macht frei”. Y justificar el universo de los campos, en sus diferentes versiones, como instituciones no sólo legítimas sino necesarias para la existencia del pueblo alemán como tal.

Ascenso y consolidación de Hitler: A lo largo del año 1933, el “año de la decisión” como lo presentaba la ideología nazi, Baden y en especial su capital, Freiburg, fueron la avanzada del fanatismo y la nivelación (“Gleichschaltung”) racial de toda Alemania. Hay que señalar que ya en las elecciones de 1932 el NSDAP era el partido mayoritario de la región y tras el éxito en las elecciones (las últimas semilibres) en marzo de 1933, se rompió todo formalismo constitucional. El ministro del Interior de Hitler, Frick, nombró Reichskommissar al temible Wagner, quien disolvió el gobierno provincial y creó un cuerpo paramilitar de apoyo formado por 500 miembros de las SS, SA y los Stahlhelm, persiguiendo todo forma de oposición o protesta. La “Casa del Pueblo” de Freiburg, sede de los sindicatos, fue violentamente atacada hasta su cierre definitivo. Al poco tiempo fue asesinado por dos policías el muy conocido diputado socialdemócrata de origen judío Nussbaum. En la plaza de la catedral de Freiburg, el NSDAP organizo un mitin multitudinario bajo el lema “Manifestación contra el marxismo”. Todos los parlamentarios y concejales comunistas y socialdemócratas fueron encarcelados sin más, prohibidos los partidos políticos, disueltas las organizaciones que no respondieran al NSDAP y los órganos de la prensa independiente cerrados o censurados. En esa época ya existían dos campos de concentración muy conocidos en Baden, ambos ubicados en el pueblito de Heuberg, una aldea cercana al pueblo natal de Heidegger, Messkirch. Los campos quedaron chicos y fueron cerrados en 1935, trasladándose a los presos (en su mayoría comunistas, anarquistas, socialdemócratas y “pacifistas”) al temible KZ Dachau. En 1933 el alcalde nazi de Freiburg, el Doctor Franz Kerber, dirigió un boicot público contra los comercios judíos y se publicó una lista desde el Ayuntamiento con los nombres de abogados, médicos y otros profesionales judíos para que también se los boicoteara. En abril de 1933 se promulgó para toda la provincia una ley de “re-estructuración de la función pública”, pionera en la limpieza racial, que notificaba la expulsión de todos los judíos de la administración pública y, por supuesto, de las universidades. La depuración étnica en Baden se completaría recién en 1940, cuando los últimos 5.617 judíos fueron enviados al KZ Gurs (Pirineos franceses), el lugar donde estuvo internado Jean Améry, para luego desaparecer en los infiernos de los campos de exterminio del Este. Es en este contexto que hay que interpretar y sopesar las palabras de Heidegger.

Trabajo forzado y nacionalsocialismo: El “Servicio de Trabajo del Reich” o simplemente conocido como “RAD” por sus siglas alemanas “ReichsArbeitsDienst”, era un programa de trabajo forzoso en obras públicas que requería seis meses de servicio de cada hombre comprendido entre los dieciocho y veinticinco años, para las mujeres el “RAD” era voluntario pero las presiones para el reclutamiento eran muy intensas. Los jóvenes vivían en campos de trabajo (“Arbeitslager”) y por sueldos de subsistencia, de los cuales se deducían descuentos obligatorios a diversas agencias del NSDAP, y trabajaban en labores como cultivos de tierras pobres, construcción de canales de riego, saneamiento de campos, etc. Graduados universitarios y de las Escuelas Superiores, bachilleres, artesanos, campesinos, obreros y desempleados se dedicaban todos juntos a las mismas tareas serviles, parte de la ideología de la “Volksgemeinschaft”, la superación conservadora de la sociedad de clases, además se inculcaba respeto por la mitológica figura del “Trabajador”. El regimentado entrenamiento y la experiencia en las duras condiciones laborales, prepararían a los jóvenes para la futura “Mobilmachung” de la guerra. Aunque con características similares al “Civilian Conservation Corps” del “New Deal” de Roosevelt, el RAD era una organización paramilitar que se integraba al nuevo aparato de poder del estado nacionalsocialista, con sus propios uniformes y rangos, propia jerarquía (compañía, batallón, regimiento), burocracia, líderes y su propio órgano de prensa y propaganda, “Der Arbeitsmann”. Su origen fue la reforma y unificación de los servicios de trabajo heredados de la República de Weimar, los “Freiwilligen Arbeitdienste” creados por Konstantin Hierl en 1931. Su objetivo era triple: bajar el paro, poner en práctica la ideología comunitaria racial del nacionalsocialismo, preparar el rearme general de Alemania. El motto nazi del servicio se resumía en una tríada: “Schulpflicht-Arbeitdienstpflicht-Wehrpflicht” (escuela obligatoria, servicio de trabajo obligatorio, servicio militar obligatorio). El primer Führer del RAD fue Franz Seldte, antiguo dirigente de los conservadores Stahlhem, los “Cascos de Acero”, quien en 1934 integró los diversos sistemas dentro del ministerio de trabajo, el Reichsarbeitministerium. En la fundamentación jurídica del RAD en el NS-Staat, conformado como ley el 1º de junio de 1935, en su primer parágrafo señalaba que “Der Reichsarbeitsdienst (RAD) ist Ehrendienst am deutsche Volk”, o sea: el Servicio del Trabajo Imperial es un servicio de honor en el Pueblo Alemán… El RAD se dividía en dos secciones: la femenina (Reichsarbeitsdienst der weiblichen Jugend, RAD/wJ) y la masculina (Reichsarbeitsdienst Männer, RAD/M). Regionalmente se dividían en distritos divisionales de trabajo, Arbeitsgau; cada uno de esos distritos era comandado por un oficial con su cuartel general y su propio staff administrativo. En cada distrito se conformaban entre seis y ocho grupos de trabajo (Arbeitsgruppen), batallones de trabajo de entre 1200 y 1800 trabajadores. Cada miembro raso del RAD era equipado por el estado con una bicicleta y una pala.

Trabajo y militarización: El RAD, asimismo, formaba parte de la idea fuerza de Hitler “¡Alles für Wehrmacht!” (¡Todo para el Ejército!), que planteaba que toda medida pública de creación de trabajo sería examinada en función de su utilidad para la preparación militar de Alemania, calculada en cinco años. El RAD era una Wehrmachtsgefolge, literalmente una fuerza auxiliar de las fuerzas armadas, que podían ser incluidas bajo la protección de la Convención de Ginebra y rápidamente militarizadas a nivel profesional. Las primeras medidas del llamado ‘Plan Reinhardt’ se implementaron entre el 1 y el 27 de junio de 1933: ley para la reducción del paro y ley para la construcción de las “Autobahn” del Reich. Toda la movilización estatal contra el desempleo encubría, bajo el manto ideológico de la “Volksgemeinschaft”, la comunidad racial sin clases, una vigorosa política de rearme. A esta verdadera economía de guerra en tiempo de paz se le sumó una serie de medidas, el llamado ‘socialismo práctico del NSDAP’, para terminar de conquistar a la reacia clase obrera alemana: protección al trabajo femenino y contra los despidos sin indemnización, vacaciones pagas, prestamos blandos para nuevos matrimonios, el ‘Auxilio de Invierno’ para llevar ayuda a cuatro millones de indigentes, etc. La consigna de Hitler en cuanto a estas medidas siempre fue concisa y clara: “Keines Arbeitsbeschaffung ohne Wehrhaftmachung” (No hay creación de trabajo sin movilización de rearme). Durante el inicio de la Segunda Guerra Mundial, unidades del RAD trabajaron en la segunda línea tanto en la invasión de Noruega como en el frente de Francia. Su tarea era de apoyo logístico (alimentos y municiones), reconstrucción de carreteras, puentes y aeródromos, además de construcción de fortificaciones fronterizas y costeras (la Ostwall, la Westwall y la más famosa la Atlantikwall), búnkeres, campos de minas y como unidades de vigilancia de puntos estratégicos y prisioneros. Cuando se desató la invasión a la URSS en 1941, unidades del RAD fueron usadas en operaciones contra partisanos. En 1943 fueron instruidos miles de trabajadores del RAD como auxiliares para la artillería antiaérea por la Lutwaffe. A partir de 1944 la militarización del Arbeitsdienst se hizo vital para Alemania: seis divisiones, las RAD-Infanteriedivisionen, fueron formadas para integrar, junto con el Volkssturms, la última jugada de Hitler para ganar la guerra.

Historia de una foto: el “Führer” de la Universidad de Freiburg aparece en esta interesante (y poco difundida) foto oficial. Apareció en el número 31 de la revista “Minerva. Jahrbuch der gelehrten Welt” en el año 1934, editada en Berlin y Leipzig, más o menos por la misma época de este discurso. Heidegger aparece teatralmente en su despacho, el Eigenschaft, de Rector con un traje regional bávaro color pardo. Su mirada irradia visión de futuro y decisión, sobre un escritorio inmaculado y en orden, mientras le respaldan siglos de sabiduría germánica desde la biblioteca en segundo plano. En su solapa luce ostentosa, casi como vórtice del retrato, el águila dorada con la swástica del NSDAP. La foto incluye la firma manuscrita del filósofo.

El Servicio de Trabajo del Imperio (RAD) y la Universidad Alemana”

(20 de Junio de 1933)*

En el futuro la escuela no disfrutará de su antigua posición exclusiva en la educación. Con el RAD (“ReichsArbeitsDienst”) se ha levantado una nueva y decisiva fuerza educativa (“Erziehungsmacht”). El Campo de Trabajo (“Arbeitslager”) ahora toma su lugar al lado del hogar, de las ligas juveniles, del servicio militar y de la escuela.

En el Campo de Trabajo (“Arbeitslager”) vemos realizarse, concretamente, el lugar de una manifestación nueva y sin mediaciones de la Comunidad del Pueblo (“Volksgemeinschaft”). Los jóvenes alemanes, en el futuro, podrán ser gobernados por el conocimiento del trabajo (“vom Wissen um die Arbeit”), saber en el cual el Pueblo concentra su fuerza, en el orden para experimentar la dureza de su existencia (“Dasein”), preservar el impulso de la propia Voluntad, y aprender nuevamente el valor de sus múltiples habilidades. El Campo de Trabajo (“Arbeitslager”) es, al mismo tiempo, un campo de entrenamiento de Líderes de todos los grupos sociales y profesiones (“Schulungslager für das Führertum in allen Ständen”). Lo que cuenta en el campo es la actividad ejemplar y el trabajo en conjunto, pero no establecido por quien supervisa. En cuanto a aquellos que tienen la ocasión de hacer una ‘pequeña visita”, ellos no se aproximan ni cercanamente a la realidad de los campos de trabajo y a su novedad.

El Campo de Trabajo (“Arbeitslager”) no sólo despierta y educa en el conocimiento de la comunidad trabajadora a todos los grupos sociales (“die arbeitende Gemeinschaft aller Stände”), sino que en el futuro este conocimiento del trabajo, arraigado en las almas de los jóvenes alemanes, podrá tener también un efecto purificador sobre la escuela y podrá entonces legislar qué es lo que se puede y qué es lo que no se puede, lo que se debe y lo que no se debe.

El Campo de Trabajo (“Arbeitslager”), como institución educativa, institución autónoma, con su peculiares características y en propio derecho, se vuelve una fuente nueva de todas esas energías por las que todas las otras instituciones educativas, sobre todo y especialmente la escuela, están forzadas a decidir (“zur Entscheidung”), y en consecuencia, a transformarse.

Nuestra Universidad esta rodeada en su vecindad inmediata por los Campos de Trabajo del “RAD”, que están co-dirigidos y supervisados por maestros de esta institución.

El Campo de Trabajo (“Arbeitslager”) una nueva realidad (“neue Wirklichkeit”) está presente. Esta realidad sirve como un símbolo del hecho de que nuestra Universidad esta abriéndose a sí misma a la nueva fuerza educativa encarnada en el servicio al trabajo, al RAD. Campo de Trabajo y Universidad están resueltos a traer juntos, en un recíproco tomar y dar, las fuerzas educacionales (“erzieherischen Mächte”) de nuestro pueblo dentro de una Totalidad (“Einheit”) nueva enraizada y arraigada, y a partir de la cual el pueblo se empeña, en su estado, de actuar por su destino colectivo (“Schiksal”). Triple ¡Sieg Heil!

M. Heidegger, Rektor

(El texto fue tomado del original editado por Guido Schneeberger en Suiza en los años ’60. Se ha contrastado con las pésimas traducciones al francés y al italiano, así como la versión en inglés. Traducción: Nicolás González Varela)

Los existencialistas vivieron en una época demacrada y en decadencia, lo que causo tres ramas de existencialismo, el de corte pesimista, el optimista y teológico y uno que no se ve orientado por ninguna de estas posturas.

Se ve claramente que los existencialistas no determinan a un ser por su manera de comportarse, sino que por su propio hacer y existir, transformando al hombre en conciencia y libertad. Esto nos hace pensar que no existe un destino predestinado ya que somos libres de actuar a nuestra conciencia, siendo quienes somos simplemente por el hecho de vivir, como nos lo dice Heidegger. Aunque hay que tomar en cuenta que cuando somos “arrojados al mundo” nuestra libertad se ve limitada por las circunstancias y herramientas que nos son dadas, también me siento en la necesidad de agregar que nos vemos limitados por nuestros pares ya que no vivimos solos, sino en comunidad y esto limita aún más nuestra libertad pues, aunque no hay que renunciar a esta, debemos tomar en cuenta la existencia y sentimientos de las personas que nos rodean. Esto se “logra” a través del autocontrol y las reglas sociales.

Otra de las cosas que muestran nuestra existencia y nos hacen tener contacto con esta son los sentimientos, como la angustia, la nausea y la vergüenza, todas producidas por un sentimiento de inseguridad y falta de definición en nuestros propósitos

Nos habla también de la existencia de las cosas, nos dice que cada objeto es un “ser-en-sí”, uno que pasa de la temporalidad y entra en conflicto con la conciencia, deseando ser en-si y para-si, algo que vendría siendo imposible. Esto es debido a que cuando la conciencia esta enfocada en el objeto le introduce “nada” y cuando se separa para poder ver este objeto dentro de la mente, crea la nada.

También nos explica que nuestra existencia en este mundo no es pasiva debido a que estamos ayudando a modificar nuestro ambiente, viendo siempre hacia el “ser-en-sí”. Debido a esto la conciencia crea el mundo, la existencia en si es mundana.

Hasta ahora hemos estado hablando de Martin Heidegger y catalogandolo como un existencialista, sin embargo no nos hemos puesto a pensar que es el existencialismo propiamentetal por lo que e decidido subir un articulo respecto a este tema.

Existencialismo

El término existencialismo se ha oscurecido y disuelto en una pluralidad de sentidos vagos y difusos debido al abuso que se ha ejercido sobre él. Así, se habla de una literatura existencialista (Kafka, Musil) o de una actitud existencialista ante la vida que llegó, con el tiempo, a convertirse en una moda, aquella en la que primaban el anticonvencionalismo y cierta estética en el vestir contraria al «buen parecer».

Como movimiento filosófico, el existencialismo se desarrolló en Europa, primero en Alemania y luego en Francia, a consecuencia de la tremenda crisis provocada por las dos guerras mundiales. El mundo dejó de ser un lugar apacible y el proyecto ilustrado de una humanidad que conquistaría la justicia y el bienestar social con la sola fuerza de su razón fracasó por completo. Ni siquiera la ciencia o la técnica se mostraban útiles para mejorar el mundo. El hombre convertía en instrumentos de dominio y devastación todos los saberes.

Movimiento poco sistemático y muy heterogéneo, los existencialistas respiran una atmósfera común de pesadumbre y desasosiego. Se sienten arrojados a un mundo que ya no ofrece seguridades, sino catástrofes. Este pesimismo común no hace más fácil la tarea de determinar qué autores pueden ser incluidos en este movimiento. Siguiendo a Abbagnano, un existencialista italiano, podemos distinguir tres formas de existencialismo:

A. Un existencialismo de corte pesimista cuyos máximos exponentes serían Martin Heidegger (1889-1976), Karl Jaspers (1883-1969) y Jean-Paul Sartre (1905-1980).

B. Un existencialismo optimista y teológico, que estaría representado por L. Lavelle (1951), Gabriel Marcel (1973) y Renato Le Senne (1954).

C. Un existencialismo no orientado a ninguna de las dos posturas, que sería el mantenido por el propio Abbagnano, M. Merleau-Ponty, E. Paci y el último Sartre.

Esta dificultad de clasificación inherente al existencialismo como movimiento filosófico requiere que lo abordemos a través de sus temas, fundamentalmente los elaborados por dos de sus máximos representantes: Heidegger y Sartre.

Los temas fundamentales del existencialismo

Las fuentes de las que brota la temática existencialista se encuentran en Kierkegaard, Nietzsche y el vitalismo así como la fenomenología de Edmund Husserl.
1. Definición de la existencia como modo de ser propio del hombre.

En clara deuda con el pensamiento de Kierkegaard, para los existencialistas lo que propiamente existe es el hombre, no las cosas, que toman su ser en él o a través de él.
El hombre no tiene una esencia que le determine a ser o a comportarse de una manera concreta, sino que él mismo es su propio hacerse, su propio existir. Existir es sinónimo de hombre (el Dasein de Heidegger o el «para-sí» de Sartre). Esto significa que el hombre es libertad y conciencia. Libertad porque el hombre es un modo de ser que nunca es dado de antemano (el Dasein o ser-ahí es un poder-ser que tiene constantemente que ejercitarse) ni tampoco es puesto por algo o alguien. Conciencia porque la existencia es lo que nunca es objeto, sino aquello a partir de lo cual me refiero a lo otro que no soy yo y con lo que me relaciono, además de conmigo mismo (autoconciencia).

Para Sartre y Lavelle la existencia precede a la esencia, y la hace posible, ya que si no existo no puedo conquistar mi esencia ni dármela a través de actos absolutamente dependientes de mí. Heidegger, sin embargo, no acepta este primado de la existencia sobre la esencia, sino que identifica a ambas: el ser (esencia) del Dasein consiste en su existencia (existenz).

2. Individualismo y particularismo.

Lo primario es lo singular y concreto, la existencia humana, pero no en su generalidad, sino en la particularidad de «esta» existencia humana o «aquella otra». El yo no es el momento de una Razón absoluta o universal, como afirmaba Hegel.

3.Las cosas no existen, «son».

Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. El objeto al que se dirige la conciencia no existe. Es un «ser-en-sí» (Sartre), caracterizado por la plenitud de coincidencia, la impenetrabilidad y opacidad. Su ausencia de relación rehuye la temporalidad y entra en tensión con la conciencia, «ser-para-sí». Ésta desea ser, a la vez, en-sí y para-sí, lo cual equivaldría a ser Dios, algo imposible de realizar (ateísmo).

4.Utilización de la fenomenología como método.

Los existencialistas parten del análisis husserliano de la conciencia, a la que conciben como pura intencionalidad. Toda conciencia es siempre un dirigirse hacia algo; es conciencia de, y por eso se proyecta hacia fuera, hacia el objeto o «ser-en-sí».

La conciencia es «un poder de ser lo que no se es y de no ser lo que se es», una intencionalidad que introduce la nada dentro de ella: cuando conoce al objeto, se diferencia y separa de él (enajenación). Si se intenta conocer a sí misma (autoconciencia) debe convertirse en lo que no es (objeto), creando la nada, siendo nada.

La fenomenología se constituye no sólo en un método de análisis de la conciencia, sino en una ontología (Heidegger) que permite desocultar el sentido del ser: aquello que se manifiesta (fenómeno) ante la existencia humana (Dasein).

5.Existir es estar en el mundo.

El ser del hombre es un ser-en-el-mundo (in-der-Welt-sein). Pero «mundo» no es un lugar, ni designa la naturaleza. No estamos «pasivamente» en el mundo, sino de manera activa y creadora, trascendiendo siempre hacia «lo otro» (el ser-en-sí) que no es la conciencia, hacia el «ser-en-sí» (el hombre, la conciencia), sin poder abrazarlo.

La existencia humana consiste en un continuo «quehacer» que tiene que vérselas con «las cosas», «aquello que está a la mano»: enseres, útiles. Mundo es instrumento para que y en el que la conciencia se realiza, el conjunto de relaciones de «las cosas» entre sí y con el hombre. El Dasein crea mundo. La existencia es mundaneidad.

6.Posibilidad y elección.

El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacerse esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es «dado», las circunstancias (tratadas ampliamente por Ortega y Gasset) que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas (facticidad).

El hombre no debe eludir su responsabilidad de obrar libremente, de lo contrario obrará de mala fe y llevará una existencia inauténtica.

7.La angustia, la naúsea, la vergüenza.

Los sentimientos, al igual que la razón desvelan nuestra existencia y nos ponen en contacto con ella, de manera más íntima y radical que la razón.

La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de «construirse a sí mismo a cada instante».

La náusea de Sartre surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe: un autoengaño.

La vergüenza es el sentimiento mediante el cual constatamos que existen otros para-sí distintos al nuestro. En su presencia me convierto en un objeto (en-sí), y quedo cosificado y privado de mi libertad. El otro puede pensarme como quiera, anulando mi libertad de ser.

El existencialismo, a través del análisis fenomenológico de la conciencia, abruma al hombre con una pesada carga de responsabilidad, pero también le muestra un camino individualmente creativo de hacerse a sí mismo, a pesar de lo dado y de toda circunstancia.

Elena Diez de la Cortina Montemayor

Este video lo encontre realmente muy bueno ii conciso en cuanto a la informacion sobre las dos posturas que nos enseña.

Tratare de averiguar un poco más para poder entregar un poco más de información sobre esto

Heidegger cree que misión fundamental de toda filosofía es aclarar «el sentido del ser», oséa, lo que significa «ser», «existir». Considerando que la ciencia es un hacer del hombre, es decir, algo que tiene el modo de ser del hombre que la hace ser lo que es.

Nos dice tamién que para entender la metafisica hay que entender al Hombre o Dasein, como lo nombran en el texto, siendo éste un ser que está precente por lo que puede llegar a ser interpretado en base a suposiciones ya que es una anticipacion de sí mismo porque es un ser-en-el-mundo.

Heidegger nos propone volcar la fenomenología en la hermenéutica, la cual se ve afectada por el «círculo hermenéutico», el cual es algo intrínseco al hombre (propio del ser humano) e inevitable, pero que se constituye como una oportunidad que nos permite conocer el todo a través de las partes y viceversa.

Nos explican tambien que el hombre es un decir inconcluso, un proyecto incompleto que debe asumir la muerte como fin radical. El hombre crea y hace mundo, dependiendo del uso y de los fines que lleve a cabo. Siendo nuestra existencia una preocupación surgida de la angustia de vernos proyectados en un mundo en el que tenemos que ser a nuestro pesar, y a su vez la angustia es constitutiva del Dasein, porque es la condición de un ser caído y solitario que no puede contar con Dios ni remedio alguno a su condición.

Lo último que pude rescatar del texto es que la autenticidad consiste, según Heidegger, en reconocer que somos un ser para la muerte, única vía de acceso a la libertad.

El principal problema que se plantea Heidegger es la pregunta por el ser como algo constitutivo y fundamental de todo quehacer filosófico, al mismo tiempo que denuncia el olvido de esta cuestión por parte de los mismos filósofos griegos que iniciaron una investigación rigurosa sobre el ser. Platón y Aristóteles no lograron definirlo, sino que oscurecieron su sentido al tratarlo como un ente, como una «presencia» e, incluso, como una simple cópula: aquello que define sin definirse a sí mismo.

Heidegger se propone delimitar con precisión los ámbitos de lo ontológico (ser) y lo óntico (ente), cuya escisión asimiló al primero, al ser, con la permanencia y la eternidad, en oposición al carácter sumamente efímero y cambiante del ente. Esta escisión se pretende eliminar mediante un enraizamiento del ser en la temporalidad.

Heidegger intenta establecer una ontología distinta, una superación de la metafísica tradicional «olvidadiza» de la cuestión del ser, mediante una analítica existencial: es el hombre el que se pregunta por el sentido del ser (Dasein, ser-ahí) y, por lo tanto, todo estudio de esta cuestión requiere un examen previo de lo que es el hombre, entendido no de manera genérica, sino como aquello que abre la visión del ser y a través del cual se deja oír su voz.

El Dasein es el hombre, aquel ser que posibilita que el ser esté presente y pueda ser interpretado, pero no ha de entenderse como una cosa, sino como un poder-ser, como el lugar en el que se manifiestan y despliegan sus posibilidades.

Este poder-ser que es el hombre está condicionado por la facticidad. El Dasein se despliega en el absurdo de lo dado, lugar que le preexiste desde siempre y desde el cual se proyecta irrevocablemente más allá de sí mismo, como forma de realizarse como proyecto: no es todavía lo que tiene que ser y ha de dejar de ser lo que ahora es; el hombre es una anticipación de sí mismo porque es un ser-en-el-mundo.

Más allá de la filosofía de Husserl, Heidegger propone volcar la fenomenología en la hermenéutica, pues aquélla no está libre de prejuicios ni puede considerarse una descripción neutral y transparente de lo real, ni la propia conciencia un yo imparcial.

Nuestra propia existencia encarna una determinada representación e interpretación del mundo. El ser es lenguaje y tiempo, y nuestro contacto con las cosas está siempre mediado por prejuicios y expectativas como consecuencia del uso del lenguaje. Cualquier respuesta a una pregunta acerca de la realidad se halla manipulada de antemano, ya que siempre existe una precomprensión acerca de todo lo que pienso. Esta precomprensión de las cosas produce una circularidad natural en la comprensión que va de lo incomprendido a lo comprendido, y que ha sido denominada «círculo hermenéutico«. Por ejemplo, para responder a la pregunta «¿Qué es una obra de arte?», es necesario saber previamente qué es el arte, ahora bien, ¿cómo conozco éste si no reconozco las obras? El círculo hermenéutico no es exactamente un límite o un error del conocimiento (como condenaría la lógica clásica y el pensamiento científico) sino algo intrínseco al hombre e inevitable, pero que se constituye como una oportunidad que nos permite conocer el todo a través de las partes y viceversa.

El hombre es un decir inconcluso, un proyecto incompleto que debe asumir la muerte como fin radical. Estamos arrojados a un mundo que es nuestro espacio y posibilidad de realización y , por lo tanto, puede ser considerado un utensilio, un instrumento que utilizamos para realizarnos. En la medida en que nos servimos del mundo y lo instrumentalizamos para nuestras acciones y proyectos, creamos una relación con él que varía dependiendo no sólo de los condicionantes históricos y temporales, sino con cada individuo. El hombre crea mundo, hace mundo, dependiendo del uso y de los fines que lleve a cabo.

Heidegger advierte de los peligros de la técnica cuando ésta menoscaba nuestra relación originaria con el ser y nos hunde en la facticidad de los entes, instrumentalizándonos a nosotros mismos y dejándonos atrapar por los propios objetos que hemos creado.

Nuestra existencia es preocupación surgida de la angustia de vernos proyectados en un mundo en el que tenemos que ser a nuestro pesar. Provenimos de una nada y nos realizamos como un proyecto encaminado hacia la muerte, por eso, la angustia es constitutiva del Dasein, porque es la condición de un ser caído y solitario que no puede contar con Dios ni remedio alguno a su condición.

Debemos hacernos responsables de nuestra propia vida, asumir nuestra propia muerte sin dejarnos fagocitar en nuestra relación con los objetos y sus funciones. La vida inauténtica nace del ocultamiento de lo terrible de nuestra condición. La autenticidad consiste, según Heidegger, en reconocer que somos un ser para la muerte, única vía de acceso a la libertad.

Pese al rechazo que ha supuesto su posición política frente al nazismo, es indudable que Heidegger ha sido uno de los filósofos más importantes e influyentes en el nuevo panorama de la filosofía contemporánea, muchas de cuyas corrientes, como el existencialismo y la hermenéutica se han configurado en un inevitable diálogo con su obra.

http://www.cibernous.com/autores/existencialismo/teoria/heidegger.html

Heidegger dedicó toda su vida a la búsqueda de ese ser perdido, y aunque no logró encontrar respuesta sino hasta sus últimos textos. La conclusión a la que llego este después de el largo tiempo de investigacion es que el único motivo de vida es vivir y que el horizonte de la vida humana es la muerte. Dijo que no había nada perdurable y que la verdad escapa de todas las preguntas y razonamientos

En el terreno metafísico, Heidegger llevó a cabo una empresa más importante que sus derivaciones nacionalistas o antitecnológicas. Consciente del fracaso de la metafísica moderna, dedicó su vida a la búsqueda de ese ser perdido desde Platón. La mayoría de su extensa obra está dedicada a examinar con detalle esta compleja cuestión. La erudición y profundidad de sus análisis, en especial del pensamiento griego, le ha ganado un puesto de honor en la historia de la filosofía.

Ahora bien, su actitud intelectual muestra un gran patetismo, pues nunca logró encontrar respuesta a la pregunta por el ser de la que arranca todo su pensamiento desde Ser y tiempo y que se prolonga hasta sus últimas obras.

La razón de esa búsqueda infructuosa está en su deficiente teoría del conocimiento, según la cual el único horizonte de la vida humana es el tiempo, y por consiguiente la muerte. No hay nada perdurable, la verdad escapa a todas las preguntas y razonamientos. Como dijo una vez: «Las demostraciones cansan a la verdad», o sea, la verdad escapa a la razón, no hay verdades objetivas.

Lo que hay de permanente en Heidegger es su descomunal esfuerzo por despejar el camino hacia la auténtica metafísica. Es ahí donde hay que buscar su grandeza y su limitación. Ningún otro pensador de este siglo se ha planteado con el mismo vigor el eterno tema del ser, centro de la filosofía. Pero los supuestos de que partió -la fenomenología de Husserl– no le permitieron acertar con la solución tan deseada. Hubiera sido preciso que aceptase el realismo. Pero, a pesar de conocer bien a Aristóteles, no supo hacerlo.

Heidegger representa el espíritu de buena parte del siglo XX. Su universo está lleno de erudición cultural y de carga histórica, pero rezuma agnosticismo y frustración en sus aspiraciones de ofrecer al hombre un modelo feliz de vida y de sociedad.

Este video realizado por Francisco Cáceres a mi parecer es algo extremo respecto el tema del existencialismo, aunque refleja bastante bien lo que hasta ahora e entendido que es esta corriente de pensamiento

Según el texto anterior podemos deducir que la metafísica surge por la necesidad de obtener razones lógicas para todo dentro de las teorías del conocimiento, cosa que no nos deja vivir o sentir la filosofía en su totalidad.

Considero tienen razón, el existencialismo en si creo que tiene razón. No tiene mayor relevancia andar buscando explicaciones a cosas que son trasendentales a nuestra vida, simplemente hay que vivir y esa es nuestra razón de existir, tomar deciciones y hacernos responsables de las consecuensias que estas atraigan. El existencialismo habla de algo más material que otras teorias, habla de lo que hacemos cada día, no de alguna cosa que valla más alla de eso.